jueves, 16 de febrero de 2012

HISTORIAS DE NADGLIM: LA GUERRA DE LA CORONA BLANCA - CAPÍTULO 8

Luego de un par de días de viaje, Sachel hizo un desvio del camino.

-¿Cuál es el motivo por el que nos alejamos del camino Sachel?-
-Le pido disculpas mi Señora, pero hay algo que debo hacer. Prometo que no será un desvio significativo y volveremos al camino antes de que termine el día.

La Princesa no puso oposición, y si bien Gortling refunfuñó un poco, siguieron en la dirección que marcaba Sachel.

Tras un par de horas pudieron divisar un lugar donde se notaba que hace tiempo se había librado una batalla. Sachel avanzó a través del campo de batalla donde todavía había huesos tirados por todo el lugar. Sachel detuvo su caballo a unos metros de un montículo de piedra y bajo del mismo. La princesa Beljun y Gortling también se detuvieron y siguieron a Sachel a una distancia prudente.

Sachel se arrodillo frente al montículo. Se leían en el las siguientes palabras en lenguaje común “Aquí yace Rubincan, valiente guerrero, muerto en defensa de su aldea”. La tumba armada por instrucciones de Lothgrim se mantenía intacta. El noble Señor Elfo había tenido la delicadeza de escribir el epitafio en la lengua común para que pudiera ser leído por quien quiera que la descubriera.

Las lágrimas empezaron a brotar copiosamente del rostro de Sachel. Todos los recuerdos de su padre pasaron en un instante todos juntos por su mente. Una mano delicada apoyada en su hombro lo trajo de nuevo a la realidad.

-¿Es la tumba de tu padre no?-

Era Beljun quien formulaba la pregunta. Parte de la angustia que sentía Sachel se había transmitido a ella, y hasta Gortling dejó de lado toda disputa que había surgido entre ellos para compadecerse con su compañero de viaje.

-Seguramente debió haber sido un gran hombre- expresó el enano.
-Cuando lo encontramos, estaba rodeado por tres orcos muertos- dijo orgulloso Sachel –fue un guerrero hasta el final-.

En ese instante Sachel se percató de algo que no había visto antes. Se trataba de un ramillete de flores. Las mismas se notaban frescas. De repente se escuchó el ruido de caballos y en un instante se encontraron rodeados por siete caballeros. Sachel reconoció la armadura que llevaban puesta. Era la misma que había visto lucir a su padre antes de abandonar Ludsur para iniciar su nueva vida en la aldea. Se trataban de miembros del Ejercito Real.

-¿Quiénes osan profanar la tumba de mi querido amigo?- Preguntó con vos potente el Capitán del escuadrón de caballería.
-Me considero con derecho de visitar la tumba de mi padre- respondió tranquilamente Sachel y continuo –Soy Sachel, hijo de Rubincan, y me encuentro camino a Ludsur escoltando junto a Gortling, Guerrero del Reino Enano de Arock, a Lady Beljun, Princesa del Reino de Otrigeld quien busca la ayuda del Rey Efiron.

El Capitán se sacó el yelmo y dejo expuesto su rostro marcado por cicatrices y de cabellos canosos.
-Mis ojos ya no son los de antes- dijo el Capitán –pero ciertamente, ahora que lo dices, puedo notar los rasgos de mi querido amigo Rubincan en ti.
-Tal vez esto terminé de convencerlo- dijo Sachel alcanzándole la espada que perteneció a su padre –Fue rota en la batalla que le trajo la muerte y reforjada por los herreros élficos; pero si bien la hoja es distinta, aún conserva casi intacta la empuñadura.
El Capitán bajó de su caballo y tomo la espada de Sachel. Luego de estudiarla con cuidado dijo –Definitivamente esta es la espada que usaba Rubincan, a pesar de los cambios sufridos. Luego le devolvió la espada a Sachel.

Sachel tomó la espada, pero en el instante que lo hacia recibió un abrazo de oso del Capitan. –Mi querido Sachel- dijo –Perdón por no reconocerte. Seguramente no te acuerdes de mí ya que te fuiste de Ludsur cuando eras muy pequeño, pero yo te tuve muchas veces sentado en mi rodilla. Soy Sir Argolath y combatí junto a tu padre en decenas de batallas-. A continuación se dirigió a la Princesa Beljun y arrodillándose le beso la mano. - Mi estimadísima dama, permítame sumarme a su escolta para llevarla sana y salva al castillo Su Majestad Efiron.
-Será un honor ser escoltada por usted Sir Argolath- respondió la Princesa –pero quisiera que esperamos a que Sachel finalice su visita a su difunto Padre-.
-Si es por mi ya podemos irnos- contesto Sachel –ya termine de hacer los honores a mi Padre cuyo recuerdo seguirá vivo eternamente en mi corazón, solo le pido un instante mas- dijo Sachel al tiempo que vociferó algo en una lengua que el resto no reconocieron.

-¿Qué fue eso?- preguntó la Princesa Beljun.
-Di aviso a los exploradores élficos que a partir de ahora ya no precisaremos su ayuda y que pueden volver al Bosque Encantado- dijo Sachel.
-¿Exploradores élficos?- Pregunto Sir Argolath.
-Es una historia larga que le contaré en el camino, solo le puedo adelantarle que de habernos atacado, habrían caído victimas de certeras flechas- respondió Sachel.

El Capitán subió a su caballo. Su rostro denotaba un claro enfado. –Sera mejor que cabalgues a mi lado, tenemos mucho de que hablar, y me interesaría saber más de esos elfos que según tu burlaron nuestra vigilancia.
-Si Señor- dijo Sachel al tiempo que se dirigía a su caballo.

Sachel se disponía a montar cuando Gortling lo llamo.
-¿Qué quieres?- preguntó Sachel.
-Solo preguntarte algo- respondió Gortling. -Si la Princesa no nos hubiese detenido y se hubiese desatado un combate entre nosotros ¿Qué habrían hecho los exploradores elficos?.-
-Ellos hubiesen confiado en que yo te derrotaría, pero si hubieses salido vencedor, en este momento estarías tirado en el camino con una flecha atravesada en tu garganta.

Gortling tragó saliva mientras miraba a su alrededor tratando de divisar a alguno de los elfos sin éxito. Luego se subió al caballo de la Princesa para continuar el viaje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario