sábado, 10 de marzo de 2012

HISTORIAS DE NADGLIM: LA GUERRA DE LA CORONA BLANCA - CAPÍTULO 11

Unos días antes Lothgrim había regresado a Lifridon. Lo primero que hizo al llegar a la ciudad fue ir al círculo de los Guardianes de la Hoja de Plata  para permitir que el grupo que lo acompañó en la incursión a Nagsur sea relevado para descansar, mientras el cambiaba su ropaje gastado por el viaje. A continuación se dirigió al Palacio Real.

Al llegar, pidió audiencia con el Rey Milifin. Tras una breve espera, dos Caballeros de la Casa del Cisne lo escoltaron hacía la sala del trono. Al entrar hizo una reverencia a sus Majestades al tiempo que el Rey Milifin se levantaba a recibirlo.

-Es un gusto tenerte de nuevo entre nosotros Lord Lothgrim- dijo el Rey Milifin
-Lamentablemente su Majestad, mi regreso no es tan alegre como querría- replicó Lothgrim con tono compungido –traigo malas noticias del sur- y a continuación comenzó a relatar los hechos.

Mientras comentaba todo lo ocurrido, Lothgrim pudo notar ciertos gestos de preocupación en la Reina, pero el rostro del Rey no se alteró en lo mas mínimo.

-Es por eso Sus Majestades- dijo Lothgrim al concluir su relato –solicito que me permitan liderar un ejercitó para ayudar a combatir ese nuevo mal que se levanta en el Sur. Si a mis Guardianes de la Hoja Plateada se le unen doscientos Jinetes de la Luna, cuatrocientas Saetas Celestes, cuatrocientos  Hermanos de la Espada Roja y cincuenta exploradores; combinados con el ejército que logren traer Sachel y la Princesa Beljun del norte; y sumados a las tropas que logremos rescatar de Guardián de la Costa; mas la colaboración que puedan prestar los hijos bastardos de Koros; podremos darle un final definitivo a está amenaza del pasado que se levanta nuevamente en el presente.
-De ninguna manera- respondió el Rey Milifin en tono neutro –no arriesgaré a ni uno solo de mis súbditos para tomar parte en un conflicto de humanos y bastardos de Koros.

La sangre de Lothgrim hirvió ante la respuesta del Rey, y antes de que pudiera medir sus palabras de su boca brotó una dura réplica.

-¡Majestad, su posición es completamente egoísta!- exclamó Lothgrim –estamos hablando de un antiguó mal que amenaza a todo Nadglim. Una vez que caiga Kalad, será cuestión de tiempo para que el mal cruce Nagsur y en ese momento el Bosque Encantado será sin duda uno de sus primeros objetivos.-
-¡Los esperaremos entonces!- replicó Milifin con el rostro desfigurado por la ira –Cualquier cucaracha que ponga un pie en el Bosque Sagrado tendrá su vida contada. En cuanto a ti, ¡¿Acaso olvidas quien es tu Rey!? ¡¿Es esa forma de hablarle a tu Majestad?! Bastante tolerancia tuve hace unos años cuando permití que ese cachorro humano se uniera a tus filas y ahora que ¡¿Pretendes que luche hombre con hombro como hace más de cien años con los humanos y que sufra una nueva traición!? ¡¿Quieres que nuestros hermanos compartan el pan con los Hijos Bastardos de Koros?!-

Lothgrim agachó la cabeza, pero nuevamente, como cuando por primera vez Lothgrim trajo a Sachel a Lifridon, la Reina Nilid intervino a su favor.

-Esposo mio- dijo la Reina en tono conciliador -¿Acaso Lothgrim se merece este trató? Él ha sido siempre uno de tus más leales y valiosos sirvientes y siempre ha velado por el bienestar de Lifridon. Por mi parte creo que su preocupación es legítima. No es bueno subestimar a los Señores oscuros de Antaño. Grande fue su poder y grande también es el peligro que representaría su nuevo despertar.

Sin embargo, en esta ocasión el amor hacía su Reina no pudo aplacar completamente la furia del Señor de los Elfos Grices.

-Ningún mal ni antiguó ni nuevo podrá hacernos frente dentro de los encantamientos que rodean a nuestra bella ciudad. ¿Pero que defenderá a mis protegidos de la traición fuera estas sagradas tierras? Traición que ya hemos sufrido y cuya herida aún no cicatriza ya que, mientras el esplendor que tuvo nuestro pueblo antaño mengua; la sangre de los traidores se propaga a lo largo y ancho de todo Nadglim. No mi señora, no volveré a actuar en favor de los humanos y menos aún de los hijos bastardos de Koros.- luego miro a Lothgrim –Respectó a lo que dijo mi amada compañera de ti, si bien es cierto que no te puedo acusar de haber actuado alguna vez en perjuicio de tus hermanos, tu lealtad no está conmigo. Desde que lo conociste, siempre has servido a tu “hermano de sangre”, tal como lo llamabas, Argalion. Aun cuando su casta es inferior a la tuya era él quien te lideraba y, ahora que ves en un joven humano su espíritu rencarnado, te vuelves a arrodillar. Porque, a pesar de que él te trate como Señor, son sus deseos los que tratas de satisfacer y por su bienestar por lo que luchas. No se puede servir a dos amos.-

Tras estas palabras el Rey Milifin comenzó a caminar por el salón en silencio. Lothgrim seguía con la cabeza gacha sin atreverse a hablar. La Reina tampoco hacía ademanes de intervenir. Sabía que por más que lo amara, el Rey no seguiría permitiendo que socavaran su autoridad. Luego de unos instantes que parecieron horas volvió a hablar.

-Muy bien Lord Lothgrim, permitiré que la mitad de tus Guardianes te siga a está locura, y aquellos que sobrevivan podrán regresar nuevamente a Lifridon. No así el cachorro humano ni tú. Si esta estúpida guerra no se cobra vuestras vidas, quedaran desterrados-.

La Reina calló, pero en su rostro se notaba su dolor. Al contrarió de su marido ella sentía un gran cariño por Sachel quien, así como a Lothgrim le recordaba a Argalion, a ella le recordaba a su querida Erdiel. En cuanto a Lothgrim, con resignación aceptó las palabras de su majestad y se retiró del Salón del Trono. Apesumbradó caminó hacía la salida del Palacio observando sus bellos adornos. Sería la última vez que los viera.

1 comentario:

  1. Excelente capítulo, de los mejores, por favor quiero continuación!

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