domingo, 6 de mayo de 2012

HISTORIAS DE NADGLIM: LA GUERRA DE LA CORONA BLANCA - CAPÍTULO 14


Así fue como al día siguiente la ciudad se llenó de gente para despedir al ejército libertador de Kalad.  Las ventanas de todas las casas ubicadas sobre la avenida principal estaban abiertas de par en par y los chicos se empujaban en la calle tratando de obtener la mejor ubicación.

En ese momento, los portones de la muralla exterior del castillo se abrieron en toda su extensión y el ejército salió a través de ellos. El mismo consistía en trecientos jinetes y un millar de combatientes a pie entre caballeros, lanceros, arqueros y escuderos. Al frente de ellos, con un jubón azul con un águila bordeada en el pecho sobre su armadura plateada; y montado sobre su robusto corcel blanco Estrella del Sur, lideraba la marcha el príncipe Sir Ronwan. Llevaba el yelmo en la mano dejando su rostro al descubierto para que su pueblo pudiera observarlo. Al tiempo que recorría la avenida, centenares de rosas caían a su paso.

Un poco más atrás se encontraban los viajeros que habían venido a solicitar la ayuda de Ludsur. En el centro sobre el caballo elfico que la había llevado desde la salida de Nagsur iba la princesa Beljun que llevaba puestos pantalones y botas de montar y estaba protegida por un tejido de anillas de diamantina y un yelmo de plata con la forma de una gaviota. Ceñido en su cinturón llevaba una espada corta. Todos obsequios de sus majestades. A su izquierda se ubicaba Gortling quien iba montado sobre un poni de las caballerizas reales y llevaba puesto su armadura, la cual había sido restaurada lo mejor que se pudo por los herreros de Ludsur durante su breve estancia en el castillo. A la derecha, sobre el otro de los caballos élficos, vestido con su armadura de cuero y con sus dos espadas en la espalda viajaba Sachel.

-Bonito espectáculo- dijo en tono burlón Gortling –no se si estoy yendo a la guerra o presenciando un desfile-.
-Calla Gortling- espetó la princesa –no debemos ofender a quien nos brinda la herramienta para salvar a nuestros reinos-
-También están salvando al suyo- respondió Gortling –si Kalad cae no pasará mucho tiempo antes de que Hadrag ataqué Nagsur.

En ese momento callarón, ya que un caballero se acercaba a galope donde estaban ellos. Se trataba de Sir Argolath.

-Mi señora- hablo el caballero –esperó que no los incomode que viaje con ustedes. El Rey me pidió que colaborara con sus guardianes en su protección. Además me gustaría seguir conversando con Sachel sobre su padre y quizás conocer un poco mas de vuestra boca y de la de su noble compañero guerrero del reino al que nos dirigimos-.
-Es un gran honor contar con vuestra compañía Sir Argolath- respondió la princesa en tono amable. Sin embargo, el viejo caballero no le inspiraba la misma confianza que Sachel y Gortling y no se sentía tan cómoda de hablar abiertamente encontrándose cerca. Por otra parte pensó en Sachel. Ella también había perdido a sus padres y le gustaba escuchar a su primo cuando les relataba historias de ellos. Sir Argolath podría ayudar a terminar de curar las cicatrices que había en su corazón. En ese momento giro la cabeza para mirarlo un instante y despertaron en ella sentimientos que no había tenido hasta ese momento.  Volvió a girar la cabeza e intentó apartar esos pensamientos de su cabeza. En este momento en lo único que debía pensar era en su pueblo y en rescatar a su primo.

El ejército avanzó lento aquel día, pero al acampar por primera vez ya habían dejado muy atrás a Nagsur. Para ese entonces la princesa ya había despejado de su cabeza la confusión que le había provocado Sachel esa mañana, pero ese sentimiento extraño ahora había dejado lugar al temor; el temor de tener que cruzar nuevamente Nagsur. El terror de volver a tener que enfrentar las horrendas criaturas conocidas como Orcos.

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