El ejercito avanzó a paso lento pero firme hacía el sur. El ritmo incomodaba
un poco a la princesa, pero comprendía que no era el momento de gastar energías.
Luego de unos días de marcha, pasaron nuevamente
por la aldea destruida de Sachel. El príncipe Ronwan cabalgó hacía Sachel.
-Estoy al tanto de que está era la aldea en donde
te criaste Sachel, si así lo deseas podemos hacer una parada para que visites
la tumba de tu padre. Además, su Majestad me pidió que te informara que
destinara recursos para construir un gran fuerte y levantará una gran estatua
en honor de Rubincan el Defensor del Reino- expresó el príncipe.
-Sois muy amable mi Señor- agradeció Sachel –pero he
llorado a mi padre hace poco y no deseo retrasar más el viaje. En cuanto a lo
segundo, creo que el solo hecho de construir el fuerte lo honrara más que la
estatua. Si la aldea hubiese contado con muros y una guarnición, posiblemente
mi padre aún estaría vivo.
En ese momento un grupo de exploradores se dirigió
velozmente hacia donde se encontraban el príncipe Ronwan y Sachel.
-Mi Señor- dijo con vos urgida uno de los hombres a
caballo –hemos visto movimientos al sur. Sugiero que detengamos la marcha para
no ser emboscados, mientras enviamos a una patrulla a detenerlos-
-¡Si son quienes pienso ya habrán visto hace kilómetros
la retaguardia del ejercito!- exclamó riendo Sachel –Mi Señor, permítame ir hacía
ellos y vera como el ejercito libertador se ve fortalecido.-
-¡Astargol, acompaña a Sachel hacia el lugar donde
vieron los movimientos!- ordenó el príncipe al explorador que vino a traer las
noticias.
Antes de retirarse, Sachel se giró hacia la
princesa Beljun –Mi Señora, volveré en breve con más amigos que nos ayudaran a
liberar a vuestro primo y a vuestro Reino-. A continuación dirigió unas
palabras a Gortling –Y tu Enano, trata de mantener tus modales si quieres
conservar tu cabeza- sin embargo, el comentario fue en tono jocoso. En el
tiempo que pasaron juntos habían comenzado a entenderse y a respetarse.
Gortling contestó en el mismo tono –Supongo que
podré soportar algunas orejas puntiagudas-.
Al poco tiempo, Sachel llegó con la avanzadilla de
exploradores hasta el lugar donde estos habían divisado movimientos. Sachel
pudo reconocer a Lothgrim al frente del grupo de elfos. Sin embargo a Sachel le
sorprendió ver los pocos que había. Eran apenas trecientos y, por lo que pudo
distinguir, todos pertenecían a los Guardianes de la Hoja Plateada. A pesar de
ello, estaba contento de volver a ver a su maestro, salvador y amigo, por lo
que cuando estuvo a poca distancia bajo de su caballo a saludarlo.
-Me alegró de volver a verlo mi Señor- dijo Sachel
con una sonrisa.
-A mi también me alegra volverte a ver Sachel-
respondió Lothgrim –vimos el avance del ejercito y decidimos esperarlos aquí
para unirnos. Ni bien se acercaron los exploradores decidimos mostrarnos para
que vayan a avisar a los comandantes ya que vimos que tú te encontrabas entre
ellos al lado de la Princesa Beljun. No nos pareció prudente aparecernos en
medio del ejército.
-¿Y donde está el resto de vuestro ejercito mi
Señor?- preguntó Sachel imaginándose la respuesta –Solo veo a mis hermanos
Guardianes-.
-Lamentablemente, su Majestad piensa que la antigua
amenaza que se vuelve a levantar no nos compete- contestó Lothgrim –Por mi
parte pienso que si no queremos que Nadglim nos olvidé, nosotros no tenemos que
olvidarnos de Nadglim-.
-Entiendo, de cualquier manera me alegro de tenerlo
de nuestro lado a usted y a mis hermanos mi Señor- expresó Sachel –Trecientos de
nosotros son más de los que se precisa para acabar con cualquier enemigo-
continuó Sachel.
-Bueno Sachel, creo que es hora que nos guíes y nos
presentes al Comandante del ejercito para ponerme a su disposición- dijo
Lothgrim. No quiso contarle en ese momento del destierro. Ya habría una mejor oportunidad
para ello.
Excelente, se viene la guerra de Nadglim!!!
ResponderEliminarYa queremos saber que tanto valen esos 300!